Según una estimación de las Naciones Unidas el número de esposas niñas en el mundo es de cerca de 70 millones y los 10 países donde el porcentaje de mujeres ya casadas antes de los 18 años es mayor son: Níger 75%; República Central Africana 68%; Chad 68%; Bangladesh 66%; Guinea 63%; Mozambique 56%; Mali 55%; Burkina Faso 52%; India 47% y Eritrea 47%.
En el matrimonio precoz influye mucho sobre todo la falta de educación, la grave pobreza y las tradiciones culturales muchas veces en un sentido machista, que llevan a la misma familia a organizar estas bodas. Muchas veces las raíces de este fenómeno residen en las normas relacionadas con las estrategias sociales de sus economías de subsistencia: en primer lugar, la necesidad de «deshacerse» pronto del peso representado por las hijas hembras (consideradas menos productivas para la economía familiar). También la boda de la hija comporta ganar dinero, porque el marido tiene que pagar una dote a la familia de origen de la niña.
Puede pasar al mismo tiempo a los ojos de muchos padres, como una forma de protección para sus hijas, para garantizarles un futuro mejor, sobre todo en zonas rurales, pero en realidad las consecuencias para las pequeñas novias son muy graves, si no fatales. Las consecuencias emocionales y físicas ligadas a estas costumbres pueden ser también mortales: al menos 50 mil chicas entre los 15 y los 19 años mueren a causa de complicaciones durante el embarazo y el parto, además, si una madre tiene menos de 18 años, el riesgo de que su niño muera en el primer año de vida es de un 60% más alto que el de un nacido de una mujer que ha superado los 19 años.
En las crónicas se pueden leer, por desgracia, muchos de estos hechos: como la historia de Zeinab, una chica etíope, que ahora tiene 26 años. Se casó cuando tenía 10 años y dio a luz con 12 años. El trauma de un parto demasiado precoz fue más de lo que su joven y frágil cuerpo pudo soportar y toda la parte izquierda de su cuerpo se quedó paralizada. El resultado fue que el marido la devolvió a su familia y al final la abandonó completamente casándose con otra mujer. Ahora ella vive con una tía y gana algo vendiendo patatas junto a su hija, que ahora tiene 13 años y que no puede asistir a la escuela por falta de recursos. O la terrible historia de Rawan, que fue vendida a un hombre de 40 años para casarse cuando tenía simplemente 8 años, y murió de una hemorragia interna la primera noche de boda.
La boda precoz asume muchas formas diferentes y tiene múltiples causas, pero un aspecto predomina sobre los otros: que sea impuesto a una chica o bien a un chico, se trata en todo caso de una violación de sus derechos humanos. El derecho a consentir libremente y plenamente al matrimonio es reconocido por la Declaración universal de los derechos humanos (UDHR) de 1948 y en muchos siguientes instrumentos de defensa de los derechos humanos.
Pero el consentimiento no puede ser «libre y pleno» cuando al menos uno de los prometidos es claramente inmaduro. Para los adolescentes sean hombres o sean mujeres, la boda precoz tiene profundas repercusiones físicas, intelectuales, psicológicas y emocionales.
Entre los proyectos en contra de esta costumbre está el de UNICEF, en colaboración con los gobiernos, la sociedad civil y otras agencias de la ONU, que sentó las bases para poner fin a las bodas precoces a nivel global gracias también a la aprobación del Child Marriage Prohibition Act en 2006. Desde este momento han sostenido el desarrollo y la actuación de una estrategia contra las bodas infantiles que busca coordinar muchos programas y políticas para afrontar tanto las causas como las consecuencias de este fenómeno. Trabajando a través de Planes de acción nacionales en muchos países han favorecido la creación de “clubes” de chicas, formadas en los temas de los derechos de la infancia y también en cómo alentar a las comunidades locales a participar en el diálogo sobre el fin de los matrimonios precoces.
Las experiencias hasta ahora realizadas en países como Bangladesh, Burkina Faso, Yibuti, Etiopía, India, Niger, Senegal y Somalia demuestran como la combinación entre medidas legales y el apoyo de las comunidades, con la posibilidad de ofrecer alternativas válidas, sobre todo la enseñanza, ha producido resultados muy positivos. Promoviendo la educación de las niñas, se ha demostrado que un mayor nivel de educación las protege contra los matrimonios precoces.
En Europa para garantizar el derecho de las mujeres a elegir si se casan y con quién, el Parlamento Europeo ha ratificado 3 resoluciones, garantizadas por el artículo 15 del CEDAW (Convención de las Naciones Unidas por la eliminación de la discriminación contra la mujer), el artículo 16 de la Declaración Universal de los derechos humanos y el artículo 12 de la Convención europea por los derechos humanos.